lunes, 20 de abril de 2015

VAPOR Y HUMO


Parece que es ella, cuando la vi me quedé de piedra, pero el humo del tren me impedía verla con claridad. A pesar de ese contratiempo sabía o tal vez, deseaba que fuera ella... con los labios rojos pulcramente pintados esperando a que alguien dejara sus huellas labiales en ese pigmento pegajoso. Con tacones negros, serios con un toque de elegancia. Pero me di cuenta que estaba esperando a otra persona, justo delante de mi.
Al anochecer, me acosté intentado quitarme la imagen de Carolina, esa mujer en la estación del tren se parecía a ella, o tal vez mi mente había jugado con mis sentimientos. 

La sensación de vapor y frío eran indescriptibles, cada una estaba subordinada una de la otra, si no existiera el frío no habría el vapor de cada exhalación que emitimos para poder respirar, como mi relación con Carolina. Nos habíamos conocido en un café antiguo de París, y nos enamoramos nada más vernos. Nuestro amor se convirtió en amistad, cuando salíamos a la calle, pero dejábamos de ser amigas cuando nadie nos veía, era un amor prohibido, con engaños y pasión. Nos amábamos en la cama de un modo sutil, dulce y sigiloso, con mucho cuidado, pero a la vez con gritos silenciosos. 
Repetidas esas quedadas, hubo un momento en el que las palabras sobraban, ni nos decíamos nada, sus miradas de deseos eran evidentes y mis manos apenas respiraban por acariciar su cuerpo. 
Al llegar a la cúspide de hacer el amor, nos quedábamos desnudas de tanto gasto emocional y corporal que habíamos realizado, como si el humo del tren terminara de salir de la chimenea una vez finalizado su trayecto, de fondo el sonido de la tetera, señal de que estaba listo el té. 

Sara Snezha Pozo Rodríguez.


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