lunes, 14 de septiembre de 2015

RETRATO CON RECUERDO.

Cara al descubierto, luz en los ojos, reflejo en su mirada, "una obra magnífica", dijo Aristóteles al ver la estatua, se quedó pensativo como si quisiera averiguar detrás de esa piedra dura y fría, los sentimientos que guardaba la dama... 
Fue tal obra que el artista, de avanzada edad, al terminar sus últimos golpes de martillo contra la piedra, se quedó de pie, a un metro de distancia. Su respiración se pausó y su cuerpo con dificultad se puso firme, como si de una reina se tratase agachó la cabeza en señal de respeto. El artista la miró, la tocó con sus manos ásperas y estropeadas tras el esfuerzo de alcanzar la belleza. De repente, una tímida y fría lágrima asomó desde el lagrimal del ojo derecho, el otro era de cristal y lloraba por un sólo ojo. Palpando el frío de la piedra y en su mano el martillo, se arrodilló a los pies de su obra y se tumbó, cansado ya no por su esfuerzo, sino por la edad y se durmió.
A la mañana siguiente, Aristóteles, amigo del artista, fue a su casa y quiso despertar a su amigo, éste no respondía, no respiraba, murió a los pies de su amada fría e impasible, bella e inalcanzable, entonces dijo Aristóteles: "Una obra magnífica, maestro..."


Sara Snezha Pozo Rodríguez.

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