domingo, 31 de enero de 2016

DULCE PRINCESA DE CUENTOS

En sus ojos de gata se podría ver a todos los hombres que habían pasado por su vida. Sus labios con llagas y sangre y su extrema delgadez nos señalaban la poca salud que tenía. El descuidado del pelo denotaba una larga vida por las calles oscuras y peligrosas de los barrios trasnochadores de Madrid.
En su juventud fue hermosa, con la piel suave y fina, su boca llena de pasión y ternura. Sus ojos de gata llenos de misterios sin resolver, su espalda fuerte y elegante decorada con un tatuaje chino, el Ying-Yang, sus ganas de vivir eran altísimas, pero su mala influencia le trajo a este mundo, cuando ejercía sus servicios nocturnos se acordaba de la niña que fue y que ya no volvería a ser como antes. Esos años llenos de alegría, logros y felicidad... todo se había ido. 
En una noche cerrada se alojó en un hostal con el dinero de su último cliente para pasar la noche en un sitio más caliente que en una casa de cartón, encendió la radio de la habitación y de fondo la canción de Sabina... "Entre la cirrosis y la sobredosis anda siempre muñeca...", apagada la radio, se acostó con lágrimas en los ojos... 




Sara Snezha Pozo Rodríguez. 

UN BUEN DESPERTAR

Al amanecer, tus labios encontraron mi frente suave y descansada, sin arrugas. El frío matutino nos despertó perezosamente, haciéndonos de rogar y haciendo todo lo posible para no levantarnos de la cama...
Tus manos me dijeron que te acariciase y te abrazara esa cintura que estaba pasando frío. No teníamos prisa, era sábado y nuestras ganas de quedarnos juntas, mirando el mar mientras que las sábanas nos arroparan, eran muchas. Tus labios todavía tenían el rastro del pigmento rojo que te pusiste la noche anterior, con los que me besaste y con los que me pude ir a lugares que nunca había estado...
Ahora, mis labios recorren a base de besos tu cuerpo. Desde tu hombro, a tus senos llegando a tu vientre, suave y ligeramente frío, tus gemidos todavía dormidos se despiertan y vuelven a cantar al compás de tus movimientos pélvicos a los que yo sin querer me vuelvo loca y mi razón se vuelve débil. Nuestros labios se dan los buenos días, al contrario que nuestros ojos que están cerrados, concentrándonos en el deporte labial que estamos ejerciendo.
Mis manos tocan tu cuerpo todavía dormido y tímido, ya tus gemidos eran parte de la ópera que nos proponíamos a finalizar y es entonces cuando tu cuerpo y tu me pide más movimiento que mis dedos sean más penetrantes y así poder llegar al deseado orgasmo...



Sara Snezha Pozo Rodríguez.