En su juventud fue hermosa, con la piel suave y fina, su boca llena de pasión y ternura. Sus ojos de gata llenos de misterios sin resolver, su espalda fuerte y elegante decorada con un tatuaje chino, el Ying-Yang, sus ganas de vivir eran altísimas, pero su mala influencia le trajo a este mundo, cuando ejercía sus servicios nocturnos se acordaba de la niña que fue y que ya no volvería a ser como antes. Esos años llenos de alegría, logros y felicidad... todo se había ido.
En una noche cerrada se alojó en un hostal con el dinero de su último cliente para pasar la noche en un sitio más caliente que en una casa de cartón, encendió la radio de la habitación y de fondo la canción de Sabina... "Entre la cirrosis y la sobredosis anda siempre muñeca...", apagada la radio, se acostó con lágrimas en los ojos...
Sara Snezha Pozo Rodríguez.
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